Devaluación social

 Autor: Felix Pacheco 

Nos pasamos los días ocupados, nos privamos de importantes momentos, malgastamos las horas en un tiempo perdido, en un tiempo finito y escaso que no vuelve y no perdona. Limitamos nuestra felicidad para las alegrías de otro, dormimos cada vez menos y nos subestimamos cada vez más. Gestos tan básicos como una palmada, una sonrisa o un beso hoy, no significan nada y como resultado se han vuelto invisibles e inútiles para el ojo humano. 

La sociedad (o sociedades), con el paso de los años, con las experiencias de los daños, causado casi siempre por nosotros mismos, decimos haber «evolucionado», que nos hemos transformados, que nos adaptamos cada vez más rápido al cambiante mundo; que superamos las situaciones adversas, que a cada momento inventamos algo, una posible cura para una pandemia, una máquina para sustituir al obrero en la empresa, o quizás un dron o un misil dedicado para el enemigo.

Pero cada vez que avanzamos en algo, retrocedemos en otra cosa. Cada vez que nos convertimos en seres globales, olvidamos nuestras propias costumbres. Cada vez que nos conectamos en la red, olvidamos nuestros modales. Cada vez que nos hacemos virtuales, olvidamos nuestra esencia humana. ¿Cuántas veces se nos ha olvidado nuestra esencia?  ¿Cuántas veces en un día? ¿Cuántas veces en un año? Cuando más creemos haber avanzado tecnológicamente, es cuando más dejamos de ser humanos.

Y esto no es un reclamo al burgués, o un llamado al proletario para que gobierne con su revolución, es un mensaje para las personas. Tantas señales que nos ha dado el mundo en tan pocos años y aun no logramos aprender (o no queremos aprender). Observamos como se quemaba el Amazonas. Observamos como ardía la sabana de Australia. A diario, escuchamos sobre algo llamado el “cambio climático”. Dia a día, escuchamos de algo denominado los “derechos humanos”. Y no hacemos nada, no actuamos.

Es en medio de las catástrofes cuando prestamos más atención y resulta que para colmo, muchas de esas catástrofes provienen de la misma humanidad (por no decir todas). Por eso queramos o no, la culpa no le compete a más ninguno o a uno solo, la culpa la tenemos todos. Hoy día, la tecnología nos permite con un clic tener múltiples respuestas y opciones, pero, aun así, han sido pocas las soluciones que brindamos.

La persona a cada rato deja de lado lo verdaderamente importante, que, por lo general, son tan simples y tan sencillas que no nos vemos lo valiosas que son para el futuro. Nos asusta más una guerra, que un virus. Nos asusta más no recibir un mensaje, que recibir un abrazo. Le tenemos más miedo a la muerte, que no pensamos en vivir. Le tenemos más miedo al mundo, que no entendemos que el mundo es el que nos teme a nosotros. “Devaluación”, una palabra interesante y naturalmente de la ciencia económica, la uso, no para referirme a alguna moneda que pierda valor; si no, para referirme al valor que hemos perdido como seres humanos. Hablo de una “devaluación social” o pérdida del valor humano, porque es gracias a las catástrofes, que la misma “evolución” nos has traído, que nosotros mismos hemos construido, las que nos devuelven la esencia humana. La esencia que esconde detrás de un teléfono o una computadora. La esencia detrás de un podio. La esencia detrás de un carro. La esencia detrás de un outfit. La esencia detrás de Instagram.

Hoy en día un terremoto, un huracán o tal vez, solo tal vez, una pandemia; nos recuerdan lo importante que debe ser el mundo para nosotros; nos recuerdan la poca atención que le hemos puesto a nuestro hogar; nos recuerdan lo olvidado que hemos tenido a la familia. Nos hemos convertido en una sociedad consumidora y velocista, que no espera ni descansa, que solo busca más y más, que sólo busca la gratificación inmediata, que solo busca la satisfacción rápida, y poco a poco fuimos escondiendo nuestra innata naturaleza, nuestros sentimientos, nuestras emociones, como si nos hubiésemos disfrazado y nuestras caras se acostumbraron tanto a las máscaras, que las adoptamos como nuevos rostros.

Si algo positivo han traído los fenómenos biológicos, es que han mostrado el verdadero ser de la persona y demuestran quien usa esas máscaras y quien no. Son los problemas los que nos hacen ver de que somos capaces las personas y espero que este problema, esta situación actual, haga reflexionar a las personas. Dejemos de decir que nosotros cambiamos al mundo, nunca ha sido de esa forma; hay que entender que el mundo siempre nos ha cambiado a nosotros, lo que el humano ha hecho, ha sido adaptarse a ese cambio. La pregunta ahora es ¿Que harás cuando todo esto pase? Tu respuesta, podría ser la solución al planeta o quizás podría ser la conclusión del planeta. Tú decides.